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El día de muertos

en prepa 6 comenzaba

el quinientos dieciocho

la ofrenda en quintos colocaba.

 

Todos muy bien disfrazados,

celebraban a la Muerte.

Pero la mayoría atareados,

sin conocer su cercana suerte.

 

Ese mismo día,

 se paseaba la Huesuda

que al ver a la de Biología,

se puso de berrinchuda.

 

La Catrina estaba enojada

y se la llevó tierra abajo

pues su tesis no acabada

al 18 tenía cabizbajo.

 

Nuestro grupo celebra su ausencia

el panteón celebra su presencia

será un miembro distinguido

y al 18 se le quitará lo aburrido.

 

 

Painkiller.

Lo que viene siendo echar el fucho

Estás de pie en medio de una improvisada, pero funcional, canchita de fútbol. De por medio están las chelas/los chescos como trofeo al ganador y te estás jugando el no pagarlos. El gordito es portero. No falla, siempre hay un güey que dice: «Sacamos, somos menos». Así empieza una de las experiencias más emocionantes que algunas personas de cualquier edad, sexo, religión, preferencia política o número de zapatos, puede vivir: echar el fucho.

Sólo imagina un momento cualquiera, una tarde lluviosa o calurosa, una noche fría, una mañana llena con neblina. Porque el fucho se puede echar en cualquier lugar, a cualquier hora del día. Sólo necesitas a tus cuates y un balón. Bueno, imagina incluso que estás aburrido, estás en una fiesta familiar, estás, incluso en el lugar más inverosímil que la imaginación de un oriental negro con afro pueda maquinar. Y entonces escuchas:

– Que pedo we. (porque ahora es we y no wey)

– No pues que pedo we, ¿echamos el fucho?

– Pues vaaaaa.

Parece ser que esas palabras tienen alguna especie de subliminalidad que se contagia, pues tampoco falta el clásico: «¿Puedo jugar?». En mi corta experiencia de vida, algo he aprendido, y es que, pocas cosas unen tanto a la gente como un buen fucho. A veces, es como si se  quisiera continuar jugando por horas y horas. Para cierto amigo, por ejemplo, existe «la buena» o «la de oro», es decir, siempre un gol más, con tal de que no acabe el fucho.

Que mejor, que estar con tus cuates, echando la reta. Te liberas de tantas cosas. En un fucho, no importa si repruebas, no importa si te corta tu novia (o), nada importa. Es un momento en el que sólo eres tú, el balón y tu equipo. Puedes gritar lo que sea para liberarte, ya saben desde un: «¡Corre we!» hasta un menos popular: «¡el moe! ¡el moe!».

Así que ahora lo sabes, si no tienes nada que hacer, primero que nada, consíguete una vida consigue un balón y unos cuates, y echa un buen fucho. No necesitas nada más para ser libre por un instante. No necesitas, nada más.